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Dios bendiga nuestros matrimonios y familias.
Día 32: El Amor satisface las necesidades sexuales.
Que el marido cumpla su deber para
con su mujer e igualmente la mujer
lo cumpla con el marido.
(1 Corintios 7:3)
Algunas personas creen que la Biblia
no tiene nada bueno para decir con respecto al sexo,
como si lo único que le importara a Dios
fuera decirnos cuándo no practicarlo
y con quién no practicarlo. Sin embargo,
en realidad, la Biblia tiene mucho para decir
con respecto al sexo y a la bendición que puede
ser tanto para el esposo como para la esposa.
Aún sus límites y restricciones son las maneras
en las que Dios mantiene nuestras
experiencias sexuales en un nivel que va
mucho más allá del que aparece en la televisión
o en las películas.
En el matrimonio cristiano,
el romance debe prosperar y florecer.
Después de todo, fue creado por Dios.
Todo es parte de celebrar lo que Dios nos ha dado,
al transformarnos en uno con nuestro cónyuge
mientras a la vez buscamos la pureza y la santidad.
Él se deleita en nosotros cuando esto sucede.
Por ejemplo, el Cantar de los Cantares,
aunque a veces se malinterpreta como nada
más que una alegoría sobre la pasión de Dios
por su pueblo, es en realidad una
hermosa historia de amor.
Describe los actos sexuales entre un esposo
y una esposa con detalles poéticos,
mostrando cómo responden el uno al otro.
Expresa cómo la sinceridad y la comprensión
en las cuestiones sexuales llevan a una vida
de amor seguro juntos.
Es verdad que el sexo es solo un
aspecto del matrimonio. Sin embargo,
con el tiempo, es probable que uno de
ustedes valore su importancia más que el otro.
Entonces, la naturaleza de la unidad matrimonial
entre ambos se verá amenazada y en peligro.
Una vez más, el fundamento bíblico del matrimonio
se expresó originalmente en la creación
de Adán y Eva. Ella fue creada para ser
"una ayuda idónea" para él
(Génesis 2:18).
La unidad de su relación y de sus cuerpos
físicos era tan fuerte, que se dijo que
se transformaron en "una sola carne"
(Génesis 2:24).
Esta misma unidad es el distintivo de
todo matrimonio. En el acto del romance,
unimos nuestros corazones en una expresión
de amor que no puede ser igualada por
ninguna otra forma de comunicación.
Por eso, el lecho matrimonial debe ser "sin mancilla"
(Hebreos 13:4)
No debemos compartir esta misma experiencia
con nadie más. Sin embargo, somos débiles.
Y cuando no se satisface esta necesidad legítima
(cuando se la trata como algo egoísta
y exigente de parte del otro) nuestro corazón
queda expuesto a ser atraído fuera del matrimonio,
con la tentación de satisfacer este anhelo
en otra parte, de alguna otra manera.
Para contrarrestar esta tendencia,
Dios estableció el matrimonio con una mentalidad
de "una sola carne". "La mujer no tiene autoridad
sobre su propio cuerpo, sino el marido.
Y asimismo el marido no tiene autoridad sobre
su propio cuerpo, sino la mujer"
(1 Corintios 7:4).
El sexo no debe usarse para negociar.
No es algo que Dios nos permita retener
sin consecuencia. Aunque sin duda puede
abusarse de este marco diseñado por Dios,
el matrimonio se trata de entregarnos mutuamente
para satisfacer las necesidades del otro.
El sexo es una oportunidad que Dios nos da
para hacer esto. Así que "no os privéis el uno
del otro -advierte la Biblia- excepto de común
acuerdo y por cierto tiempo, para dedicaros
a la oración; volved después a juntaros a fin
de que Satanás no os tiente por causa de
vuestra falta de dominio propio"
(1 Corintios 7:5).
Eres la única persona llamada y designada
por Dios para satisfacer las necesidades sexuales
de tu cónyuge. Si permites que se cree
una distancia entre ustedes en este ámbito,
que se pierda el entusiasmo, estás tomando
algo que le pertenece a tu cónyuge por derecho
(y en forma exclusiva).
Si le dejas saber a tu pareja
(por medio de palabras, acciones o inactividad)
que el sexo depende exclusivamente de tu deseo,
le quitas el honor y el afecto que han sido
establecidos según un mandato bíblico.
No respetas la unidad de "una sola carne"
del matrimonio. Así que, más allá de que te
identifiques del lado del que sufre la privación
o de quien la provoca, debes saber que el
plan de Dios para ti es llegar a un acuerdo;
pero también debes saber que no lograrás
llegar a este punto con resentimientos, peleas
ni exigencias.
El amor es la única manera de restablecer
la unión de afecto entre ustedes.
Todas las cuestiones que este libro supone
(la paciencia, la amabilidad, el desinterés,
la consideración, la protección, el honor, el perdón)
cumplirán un rol en la renovación
de tu intimidad sexual.
Cuando el amor de Cristo es el fundamento
de tu matrimonio, la intensidad de la amistad
y de la relación sexual entre ustedes puede
disfrutarse a un nivel que este mundo no conoce.
Dios ha declarado:
"Por precio habéis sido comprados"
(1 Corintios 6:20).
Puso los ojos en ti e hizo todo lo posible
para atraerte y para que lo desearas.
Ahora es tu turno de pagar el precio de
amor para ganar el corazón de tu cónyuge.
Cuando lo hagas, disfrutarás del puro deleite
que fluye cuando el sexo se practica por
las razones adecuadas. Y como si fuera poco,
también tendrás la oportunidad de glorificar
a Dios en tu cuerpo
(1 Corintios 6:20).
¡Qué hermoso!
El desafío de hoy:
Si es posible, intenta hoy iniciar la relación sexual con tu cónyuge.
Hazlo de una manera que honre lo que tu cónyuge
te haya dicho (o te haya dado a entender)
con respecto a lo que necesita de ti en el área sexual.
Pídele a Dios que los dos puedan disfrutarlo
y que se transforme en un camino hacia
una mayor intimidad.
¿Fue una experiencia satisfactoria para ti?
Si no salió como esperabas,
¿qué crees que complica la situación?
¿Has puesto esta cuestión en oración?
Si fue una verdadera bendición para ambos,
¿qué puedes aprender de esto para el futuro?
¡Qué hermosa y qué encantadora eres, amor mío!
(Cantar de los Cantares 7:6)