¿Por qué las mujeres no suben montañas para hablar con Dios y los hombres sí?
¿Alguna vez has notado cómo en las Sagradas Escrituras los hombres siempre suben a las montañas para comunicarse con el Señor?
Sin embargo, en las Escrituras casi nunca se oye hablar de mujeres que van a las montañas
y… sabemos por qué, ¿verdad?
Porque las mujeres estaban demasiado ocupadas manteniendo la vida en marcha: no podían abandonar a los bebés, comidas, casas, incendios, jardines… ¡Y mil responsabilidades más como para subir a las montañas!
Estaba hablando con una amiga el otro día, diciendo que como mujer moderna siento que nunca soy lo suficientemente "libre" de mis responsabilidades. Nunca puedo estar en un lugar lo suficientemente tranquilo o en un lugar lo suficientemente santo para tener el tipo de comunión que quisiera con Dios...
Su respuesta me conmovió:
“Por eso Dios viene a las mujeres. Los hombres tienen que escalar la montaña para encontrarse con Dios, pero Dios viene a las mujeres donde quiera que ellas estén".
He estado reflexionando sobre sus palabras durante semanas y he buscado en la Escritura para ver que lo que ella dijo es verdad.
De hecho, Dios viene a las mujeres a donde están, cuando hacen lo ordinario, el trabajo diario: las encuentra en los pozos, donde sacan agua para sus familias; en sus casas, en sus cocinas, en sus jardines…
El viene a ellas mientras se sientan al lado de camas de enfermos, mientras dan a luz, cuidan a los ancianos y realizan los duelos necesarios y los ritos funerarios.
Incluso en la tumba vacía María Magdalena fue la primera en presenciar la resurrección de Cristo. Ella estaba allí porque estaba haciendo la tarea femenina de preparar adecuadamente el cuerpo de Cristo para el entierro.
En esto aparentemente mundano y en y tareas ordinarias, estas mujeres de las Escrituras se encontraron cara a cara con la divinidad.
Entonces, si, como yo, alguna vez comienzas a lamentar el hecho de que no tienes tanto tiempo para pasar en las montañas con Dios como quisieras, recuerda: Dios viene a las mujeres. Él sabe dónde estamos y las cargas que llevamos. Él nos ve y, si abrimos nuestros ojos y nuestros corazones, lo veremos incluso en los lugares más comunes y en las cosas más comunes.
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