Orando por nuestros hijos — Día 2: Exigir con amor
Frase inspiradora
“Educar es un acto de amor; es dar vida.”
Papa Francisco
Cita bíblica
“Nada me produce tanta alegría como oír que mis hijos se comportan de acuerdo con la verdad.”
(3 Juan 1,4)
Reflexión
Educar no es solo enseñar normas o corregir errores. Educar es formar el corazón, acompañar a un hijo en su camino hacia la verdad, la libertad y el bien. Amar no significa permitirlo todo; significa guiar con firmeza, paciencia y ternura. El amor verdadero no es permisivo: es exigente. Dios, que es Amor perfecto, corrige a quienes ama, sin humillar ni gritar, sino desde la verdad que libera.
Ser padre o madre no es buscar la aprobación de los hijos, sino su crecimiento. La exigencia, cuando nace del amor, no es dureza: es cuidado y responsabilidad. Los hijos necesitan límites y razones. Necesitan comprender que lo correcto no siempre es lo más fácil y que el camino del bien se recorre con esfuerzo, constancia y voluntad. Cuando corregimos con serenidad y explicamos el porqué, sembramos discernimiento.
Educar con amor es dejar espacio al Espíritu Santo. Hay correcciones que nacen de la oración, no del impulso. Un padre que ora antes de hablar, habla con sabiduría; una madre que se serena antes de corregir, enseña con su actitud. Incluso Jesús “aprendió sufriendo a obedecer” (Hb 5,8). En Nazaret, María y José lo educaron con delicadeza y firmeza: trabajo, obediencia, fe, responsabilidad. No fue una educación blanda, fue profundamente amorosa.
Si un día sientes cansancio o frustración, recuerda: también tú sigues aprendiendo a amar. Educar es dejar que Dios eduque en ti. Cada corrección dada con respeto es una oportunidad de crecimiento para tus hijos y para ti.
Oración
Señor Jesús, te doy gracias por el don inmenso de mis hijos. Tú conoces sus virtudes y debilidades, sus anhelos y temores. Ayúdame a ser instrumento de tu amor en su vida.
Dame sabiduría para educar con equilibrio: con amor y con exigencia, con ternura y con claridad. Haz que mis palabras corrijan sin herir, que mis silencios enseñen sin castigar y que mis gestos transmitan más que mil discursos.
Concédeme un corazón prudente para saber cuándo hablar y cuándo callar, cuándo exigir y cuándo abrazar. Que mi autoridad brote de la coherencia y no del miedo. Que mis hijos vean en mí a quien guía con paciencia y no a quien impone con dureza.
Padre bueno, cuando me falten fuerzas, recuérdame que educar es mi misión más sagrada. Que cada corrección sea un acto de amor, cada palabra una semilla de verdad y cada sacrificio por ellos tenga el valor redentor de tu cruz.
Virgen María, Madre educadora de Jesús, enséñame a mirar a mis hijos con tus ojos: corregir sin perder la ternura, esperar sin desesperar y amar sin condiciones. Llévalos bajo tu protección y guíalos siempre hacia tu Hijo. Amén.
Reto para hoy
- Comparte un momento sencillo con tus hijos (caminata, merienda o charla) y escucha primero.
- Explica que educar es amar: tus correcciones buscan su crecimiento, no tu desahogo.
- Si hubo un error concreto, háblalo en privado: explica por qué estuvo mal y cómo actuar mejor la próxima vez.
- Antes de hablar, ora y pide al Espíritu Santo un tono sereno. No corrijas enojado: la paz construye respeto.